Cuando me preguntan sobre qué hago en mi trabajo, es complicado explicarlo en una sola frase de forma genérica.

Términos como consultoría, tecnologías, sistemas, ciencia de datos, big data, business intelligence, formación, profesor, universidad … pueden resultar abrumadores sobre todo cuando la audiencia no pertenece a tu mismo ámbito.

Suelo contestar simple y llanamente que ayudo a las empresas a funcionar mejor, y trato de ahorrarme discursos generalistas, desgastados y recurrentes con palabras como «multidisciplinar», «eficiencia y eficacia», «consulting», etc. Al fin y al cabo,… ¿quien va a decir que trabaja de forma no eficiente?

Bajo mi punto de vista, una de las claves para que esta comunicación sea un éxito, es poder aterrizarlo a términos simples y poco técnicos, sin que se nos llene la boca al decirlo.

Pero… ¿qué pasa cuando tu audiencia es tu hijo de 4 años?

Este pasado fin de semana el pequeño Max vino no calmó su sed de conocimientos con mi primera respuesta, y contraatacó con un ¿y cómo?

Esto me puso entre la espada y la pared, ya que el universo de su cerebro cree que «trabajar» es abrir el ordenador y poner vídeos de youtube de spiderman, pepa pig o la patrulla canina. Bendita inocencia.

Finalmente eché un vistazo a mi alrededor, y viendo la pizarra y los rotuladores le dije «mira Maxi, tu aita les ayuda dibujando números» a la vez que le hacía un gráfico de barras simple (y con mal pulso), con unos datos que tiene totalmente trillados: nuestras edades.

Aquí os dejo mi «obra de arte» que borraré con pena de la pizarra.

Aunque no esté a la altura de las virguerías de cuadros de mando basados en distintas tecnologías punteras, fue el claro ejemplo de respuesta simple y acertada, que Max entendió perfectamente, y un momento muy especial para mi, porque la comunicación con mi hijo fue un éxito.